Hablar de Avengers: Endgame es remontarse instantáneamente a 10 años en el pasado, cuando el Universo cinematográfico de Marvel, MCU, nos daba la bienvenida con la primera película de este ciclo: Iron Man.
Ahora, después de un largo recorrido, en el que muchos de nosotros hemos disfrutado las aventuras y desventuras de nuestros superhéroes, somos testigos de que una generación, un ciclo, ha sido cerrado con broche de oro.
El cine de superhéroes, o el cine de género, a grandes rasgos no podía haber permeado en el imaginario colectivo, si Marvel no hubiese hecho un cambio de paradigma . En un mundo paralelo solo hubiéramos podido disfrutar de estos estrenos, quienes nos empapábamos de temas como viajes en el tiempo, los comics, la animación japonesa y temas surreales.
Más allá de hablar de los cimientos de estos fenómenos narrativos, me interesa recalcar que Avengers: Endgame rebasa, muta y modifica los mismos parámetros con los que ha estado jugando la industria en los últimos años.
Detrás de la pantalla, además de un reparto actoral excelente, hay una concepción de criterios unificados que realzan los temas con que una historia debe resonar en su audiencia.
A partir de aquí, el texto podría contener spoilers sobre la trama del filme.
Avengers: Endgame. Una vuelta de tuerca en el heroísmo contemporáneo
La película inicia poco después de los sucesos de Avengers: Infinity Wars. En unos cuantos minutos se nos muestra un estado de desesperación y congoja. El tema de la pérdida, del abandono, y de la derrota aparece una y otra vez como motivo musical en una pieza teatral.
Observamos que en este punto, los arcos argumentales se centran en deshacer el daño que Thanos le ha causado al universo entero. Y en pocas palabras, este objetivo se cumple a cabalidad, pero no de la manera en que esperábamos, puesto que el tema queda zanjado a los pocos minutos del rodaje.
Sin embargo, con la amenaza ya disuelta, los héroes solo tienen la opción de seguir adelante. Es aquí, sobre este eje, en donde observamos la verdadera humanidad de quienes han jurado defender al inocente. Seguir adelante, con un enorme peso en el corazón, parece ser la piedra angular que todavía los une.
Al fin y al cabo, Avengers: Endgame es una película de héroes, y los héroes, aunque no nos guste admitirlo, y aunque nos encante verlos ganar, pueden perder las batallas, incluso contra ellos mismos. La fórmula Marvel del humor, aunque presente, queda relegada a un segundo plano, creando así un nuevo paradigma dentro del cine de género.
El viaje del héroe
Por ende, con sus altos y bajos (muy pocas nimiedades si me preguntan), la película cumple a cabalidad lo que promete. Nos resulta atractivo esa entrada en desgracia, esa ruptura del equilibrio que conlleva hacia el viaje. Aquí, podríamos detenernos sobre Campbell y el resonado Viaje del héroe, tan vigente y tan inherente a nuestra concepción del mundo, hacia nuestra concepción del aprendizaje.
Y sí, a lo largo del Universo Cinematográfico de Marvel los héroes terminan aprendiendo, a su manera, lo que significa vestir el uniforme. Han sido 10 años en los que cada uno tuvo que comprender sus debilidades y demonios, y nosotros junto con ellos. Por más que la concepción del héroe contemporáneo nos lleve a simpatizar con aquel buscapleitos o antihéroe moderno, retomamos, cual Ouroboros, la simpleza inicial del crecimiento.
Avengers: Endgame es diferente porque juega a eso y apuesta a retomar la esencia pura de lo heroico, de la exaltación de la nobleza y del sacrificio por otros cuando es necesario. Este tipo de actos, en mayor o menor medida, se han ido quedando en nuestro imaginario a lo largo de la historia.
A través de la gran pantalla, Marvel ha desarrollado personajes que se juegan más que salvar el día del villano de turno; vemos, película a película cómo intentan salvarse incluso hasta de ellos mismos; cosa que refleja esta nueva cinta. Vemos a un Thor venido a menos, a un Steve Rogers no tan optimista y a un Hawkeye sin fe en la humanidad. Vemos la desgracia, el peso fallar siendo un héroe.
Las paradojas del tiempo en Avengers: Endgame
Avengers: Endgame es una película de viajes en el tiempo. Podríamos esperar que gire en torno a cambiar eventos pasados para construir un mejor presente.
No obstante, en este mismo punto la cinta vuelve a dar otra bofetada contra los tópicos. La solución a las paradojas abre un aluvión de posibilidades que, lo más probable, es que empalmen con las siguientes películas.
Gracias a esta movida, Avengers: Endgame recorre instantes que engranan lo que hoy en día es el universo cinematográfico. Un guiño a los más acérrimos seguidores de la franquicia: una puerta más para lo que se ha venido construyendo desde hacía más de 10 años.
Cabe destacar que la jugada nos da oportunidad de ver juntos y en acción a varios personajes de la franquicia, que por distintas razones no habían tenido el chance de interactuar. Observamos un contraste de matices, que reafirman la construcción —o reconstrucción— del arquetipo heroico.
El final de una era
Es inevitable. Avengers: Endgame es la cúspide de un viaje, la cima de una gran escalada cinematográfica y el punto cumbre de un género que llegó para quedarse. No es una película perfecta, pero, sí es una de las mejores del universo de Marvel.
Como garantía, el espectador puede estar seguro de entretenerse a lo largo de las tres horas. El guion es lo suficientemente sólido y nos brinda momentos que muy pocas veces veremos en otras películas de superhéroes. Avengers: Endgame reconstruye los valores del heroísmo, poniendo punto final de una manera épica, casi homérica, a años y años de trabajo.
Junto a su predecesora podría ser catalogada como la película de superhéroes definitiva. ¿Insuperable? Puede ser, y si no, la barra está muy alta.